Desde la antigüedad, la nieve acumulada en la montaña se ha utilizado para enfriar bebidas y alimentos. Incluso llegó a emplearse con fines curativos. Con el cambio de costumbres y la mejora de vida en las ciudades, la demanda de este conservante natural creció de tal modo que su comercialización se convirtió en un próspero negocio.
Como apuntan algunos expertos el comercio de la nieve para abastecer a las ciudades llegó a crear numerosos oficios en el medio rural, enriqueció a los propietarios de las explotaciones y contribuyó al Tesoro público.
Sin embargo, los frecuentes conflictos entre arrendatarios, la bonanza de algunos inviernos y la aparición de la industria frigorífica hicieron desaparecer definitivamente esta floreciente actividad. Estos pozos, que en el pasado fueron construcciones ideadas para conservar la nieve caída durante el invierno, son hoy día un testimonio más del variado patrimonio rural de la montaña mediterránea.